jueves, 3 de abril de 2008

“Popeye, el marino soy...”

Corrían los años 30 del pasado siglo XX y aún persistían en los Estados Unidos muchos de los problemas de salud pública que poco a poco se han ido solucionando; en esa época, una de los que más preocupaba a las autoridades sanitarias era la gran incidencia de anemias ferropénicas (deficiencia de hierro) que causaban estragos en la población, principalmente entre los niños, por lo que se tomó la decisión de poner en marcha una agresiva campaña para incrementar en la población el consumo de alimentos con alto contenido de mineral de hierro.
Un estudio realizado por el científico alemán E. Von Wolf y publicado en 1870 había dado como resultado que las espinacas poseían un altísimo contenido del mineral; esta información dio pie a que se generalizara la creencia de que este vegetal era ideal para combatir la deficiencia de hierro.
Coincidencialmente, en ese mismo período surge el conocidísimo personaje Popeye, cuyo creador, Max Fleischer, basándose en la tesis del alto contenido de hierro de las espinacas, le atribuye al marino la singular característica de adquirir fuerza sobrehumana y convertirse en un ser invencible, inmediatamente después de comer una ración de espinacas enlatadas. La rápida popularización del personaje tuvo un efecto inmediato: todos los niños (y algunos adultos) querían ser fuertes como Popeye, por lo que se produjo una modificación en los hábitos alimenticios de la población y el consumo de espinacas se incrementó sustancialmente.
No obstante, una revisión bibliografía llevada a cabo en 1937, para establecer con exactitud el contenido de hierro de los alimentos, determinó que el supuesto alto contenido ferruginoso del verde comestible no era tan alto como se creía... aparentemente la persona que tuvo a su cargo la transcripción de los resultados arrojados por estudio del experto alemán, cometió un “pequeño” error al anotar los decimales de la cifra, multiplicando los datos por diez. Esto significa que el contenido nutricional de las espinacas, en promedio, no es mayor ni menor, en cuanto a minerales, proteínas y otros elementos, que los de cualquier otra verdura.
Sin embargo, y a pesar de la rectificación, la popularidad de Popeye y sus inseparables espinacas no disminuyó en lo más mínimo; muy por el contrario: el consumo de este producto se mantuvo en altas cifras, hasta el punto de que en el año de 1937, la ciudad de Cristal City, en Texas, denominada la capital de las espinacas, al verificar un aumento nada menos que del 30% en sus ventas, le erigió una estatua al famoso marino como un homenaje y en prueba de agradecimiento por su recién ganada prosperidad, todo un logro para personaje de historietas... ¡Tut, tut!


articulo de: http://www.cocinaabierta.com/

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