"El recinto amurallado es una garantía de civilidad: el banquete su ceremonia... Porque el banquete, en todas sus modalidades, es la circunstancia en que el hombre privado saborea su propia existencia y se la muestra verídicamente a sus iguales... Una vez concluidos los honores ‘públicos’ y el ‘gobierno’ del patrimonio, el ciudadano privado ensancha su ánimo, a la caída de la tarde, en el banquete... El hombre privado se olvida de todo durante el banquete, salvo de su eventual ‘profesión’: un individuo que haya hecho voto de consagrar su vida a la búsqueda de la sabiduría no se divertirá de la misma manera que el vulgar profano, sino como filósofo."
Paul Veyne
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